Este acontecimiento es ignorado e incluso ocultado por todos los pseudoautores políticos e históricos. Para nuestra fortuna, Carlos Alvear Acevedo, en su Historia de México, permite conocer algunos detalles :
Por decreto del 25 de septiembre de 1873, el Presidente Lerdo de Tejada incorporó las Leyes de Reforma a la Constitución Federal, tratando así de subsanar la evidente ilegalidad de tales disposiciones.
Otro decreto, fechado el 4 pero publicado el 7 de Octubre, obligaba una vez más al juramento de fidelidad a la Constitución, grave asunto que provocó motines en Zinacatepec, Dolores Hidalgo, León y otras ciudades. Más graves fueron las de Jonacatepec, Temascaltepec y Tejupilco, preludio de una agitación mucho más violenta, mucho más profunda.
Con esta medida, comenzó ahora sí, en serio y en firme, la aplicación de tan antinacionales disposiciones. Al mismo tiempo, se inició toda una campaña que tenía por finalidad destruir la escasa libertad que le quedaba al catolicismo en México : campaña periodística en contra de las órdenes religiosas ; expulsión de jesuitas ; expulsión de sacerdotes extranjeros ; expulsión de las Hermanas de la Caridad, dejando desprotegidas a las más de 15 mil personas que éstas atendían ; proselitismo protestante, etc. El mismo Justo Sierra, liberal , afirmó de Lerdo de Tejada : “No creía necesitar consejo, no deliberaba, se informaba negligentemente y decidía con frecuencia sin elementos suficientes”.
El adjetivo de “cristeros” se aplicó, por primera vez, a grupos de gente armada que operaban en el Estado de Michoacán, que hacían frecuentes incursiones a Jalisco, Guanajuato y Querétaro, durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada. La importancia que adquirieron estos grupos no fue relevante. Es interesante, sin embargo, situar el origen del adjetivo en aquella época, en la que el grito de ¡Viva Cristo Rey! aún no se pronunciaba.
El Padre José Bravo Ugarte, S.J., en su obra “Historia de México”, páginas 360 y 363, dice: “Todo el año 1874 operaron en Michoacán y en las regiones confines de Guanajuato, Querétaro y Jalisco, numerosos grupos de los que luchaban contra el gobierno y fueron conocidos con el nombre de cristeros por llevar como distintivo una imagen de Cristo crucificado”.
Según Jean Meyer, no eran menos de 10,500 los alzados, o “religioneros”. Para los alzados no cabía duda: el Gobierno había caído en manos de los protestantes. (La Cristiada, Tomo II, página 39).
El espíritu conservador de nuestra cultura se negaba a desaparecer.
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