A raíz del Concilio Vaticano II (1963-1965) numerosos clérigos y miembros de la Jerarquía Católica comenzaron, primero a permitir y luego a cometer, innumerables irregularidades, tanto teológicas como litúrgicas, amparándose en los textos emanados de dicho Concilio, tratando de encontrar el fundamento de sus desviaciones sustentados en los documentos “pastorales” emanados de dicho Concilio.
Por tal motivo, diversos sectores de fieles católicos y algunos religiosos aislados comenzaron a agruparse para la defensa de la Fe Católica Tradicional.
Algunos de los documentos emanados del Concilio no decían cosas malas, pero cuando menos, al ser imprecisos y poco claros, dejaron la puerta abierta para que afloraran todas las herejías posibles en contra de la Religión. Lo más pasmoso era el silencio o la debilidad de los Obispos para condenar la ofensiva progresista de corte marxista y neomodernista que atacaba a la Iglesia.
Entre los principales errores, se comenzó a:
1) Permitir el uso de la lengua vulgar en los oficios divinos
2) Permitir la utilización de música profana y moderna en los oficios divinos
3) Permitir comulgar de pié y recibir la Sagrada Forma en la mano
4) Utilizar la absolución plenaria
5) Ignorar el sacramento de la Reconciliación
6) Difundir la falsa idea de que la Iglesia había vivido en el error y necesitaba adaptarse al mundo moderno
7) Difundir la falsa idea de que la Iglesia no colaboraba para la mejora material de la sociedad
8) Difundir la falsa idea de que los Sacerdotes y Obispos debían ser "agentes de cambio social"
9) Difundir la falsa idea de que la autoridad jurisdiccional de la Iglesia recaía en las "Conferencias Episcopales", despojando así a los Obispos de su Jurisdicción
10) Difundir la falsa idea de que Dios, en su infinito amor al hombre, no lo castiga por sus pecados
11) Enredar todo con un lenguaje sociológico, distorsionando las definiciones claras y precisas del Magisterio de la Iglesia.
En Octubre de 1967 aparece el primer número de "La Hoja de Combate", publicación fundada por el Lic. Salvador Abascal Infante, ex fundador y tercer Jefe Nacional de la Unión Nacional Sinarquista, y en ese entonces Director General de la Editorial Jus , propiedad de los prominentes panistas Manuel Gómez Morín y Juan Landerreche Obregón.
En el equipo de colaboradores estaban, entre otros, Celerino Salmerón Hernández, Salvador Borrego Escalante, Antonio Rius Facius y Gloria Riestra Wolff.
Atacaban principalmente el foco marxista de Cuernavaca, encabezado por el Obispo Sergio Méndez Arceo (1907-1992), el religioso francés Lemmercier, y el exsacerdote checoslovaco, Iván Illich. También formaban parte de este núcleo progresista el Ing. José Alvarez Icaza, director del membrete llamado "Centro Nacional de Documentación" (CENCOS), el Profr. Alejandro Avilés Izunza, exdirector del órgano oficial panista, la revista "La Nación ", y el periodista Rafael Moya García, integrante también del Partido Acción Nacional.
Un poco antes, el sacerdote jesuita Dr. Joaquín Sáenz y Arriaga publicó en 1966 un breve libro llamado "Con Cristo o Contra Cristo", avalado por el Obispo de Hermosillo, Mons. Juan María Navarrete Guerrero (1886-1982), en el que daba a conocer las maniobras de presión que grupos judíos de poder ejercieron durante el Concilio Vaticano II, y que mucho molestó al Arzobispo de México, Miguel Darío Miranda y Gómez.
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