Nuestra manera de fijar el tiempo
se sustenta en un acontecimiento concreto: la fecha presumible del nacimiento
de Jesucristo, que inicia la era cristiana. Cristo se encarnó en un lugar
geográfico preciso, Belén, en un linaje humano definido (“tomó carne...de la Virgen María ”). Así
su existencia se integra en el marco del tiempo histórico: se desarrolló en el
curso del primer siglo.
En cuanto a la historia de la Iglesia propiamente dicha,
comienza con la efusión del Espíritu Santo sobre los discípulos de Cristo en la
fiesta de Pentecostés, acontecimiento al que se considera como el “nacimiento”
de la comunidad Cristiana.
Es durante el primer siglo que
los Apóstoles predicaron el Evangelio, la “Buena Nueva” de Cristo.
Nosotros no sabemos exactamente donde se dirigieron los Apóstoles, salvo San
Pablo cuyos viajes misioneros están relatados en el libro de los Hechos de los
Apóstoles. Según la Tradición ,
Los Apóstoles predicaron el Evangelio en todo el mundo, y todos, con la
excepción de San Juan, fueron martirizados por su fe en Cristo.
Los Evangelios y las Epístolas,
así como todos los libros que forman el Canon del Nuevo Testamento, fueron
escritos durante el primer siglo.
Es también en esa época que
fueron fundadas las primeras comunidades cristianas en las principales ciudades
de Asia Menor, de Grecia, y quizás también de África del Norte. La Iglesia se implantó
igualmente en Roma, la capital del Imperio.
Contrariamente a lo que se piensa
a veces, la Iglesia
Cristiana fue primeramente un fenómeno urbano, extendido solo
más tarde a las zonas rurales. Así mismo, se componía en su mayoría de personas
que pertenecían a lo que nosotros llamaríamos hoy las “clases medias” de
la sociedad; el cristianismo por consiguiente no se implantó en el mundo, como
se pretende a veces, entre las personas analfabetas y retrogradas que buscaban
un consuelo celestial a sus condiciones de existencia difíciles.
El principal acontecimiento en la Iglesia del primer siglo
fue el de admitir en ella paganos sin obligarlos a seguir las prescripciones
rituales de la ley de Moisés (ver Hechos 15, Gálatas, Romanos). Así, aunque la Iglesia Cristiana había penetrado en
la sociedad de la Roma
imperial por medio del Judaísmo, ella se separó de él rápidamente. El pueblo de
Dios unía fieles de todas las naciones en Cristo el Mesías, confesado como el
Señor y el Salvador de todos los hombres y del mundo entero.
Para entrar en la Iglesia Cristiana ,
era necesario creer en Jesús como el Señor y Cristo, arrepentirse de sus
pecados y ser bautizado en nombre de Jesús, a fin de recibir luego el don del
Espíritu Santo. Aquellos que reunían esas condiciones entraban en la Iglesia , presente en cada
lugar bajo forma de comunidad local dirigida por un Obispo o “presbítero”
(anciano), el que había recibido de los Apóstoles la imposición de manos. Los
Apóstoles mismos no fueron jamás obispos locales de una comunidad cristiana.
Todas las comunidades Cristianas
primitivas tenían su carácter propio y sus problemas específicos, como nosotros
los vemos según el Nuevo Testamento. Sin embargo cada Iglesia se preocupaba de
las demás, y todas eran llamadas a enseñar la misma doctrina, a practicar las
mismas virtudes y a vivir la misma vida en Cristo y en el Espíritu Santo:
“Acudían asiduamente a la
enseñanza de los Apóstoles, y a la comunidad fraternal, a la fracción del pan y
a la oración (...). Todos los que eran creyentes vivían unidos y compartían
todo cuanto tenían. Vendían sus bienes y propiedades y se repartía de acuerdo a
lo que cada uno de ellos necesitaba” (Hechos
2:42; 44-45).
Esta descripción de la Iglesia de Jerusalén,
podría aplicarse también a todas las comunidades cristianas primitivas.
siempre me ha gustado la historia de la iglesia, esto me sirve mucho para instruir a mi gente y no ser engañados por impostores
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