El 13 de Febrero y el 3 de Marzo de 1975 Mons. Lefebvre es de nuevo llamado a Roma para conversar con los miembros de una comisión integrada por los Cardenales Wright, Garrone y Tabera sobre el Seminario y la Fraternidad. El Cardenal Garrone lo trató de loco y lo acusó de romper la comunión de la Iglesia. Una carta de Mons. Mamie, nuevo Obispo de Friburgo, fechada el 6 de Mayo de 1975 decretaba la supresión inmediata de la Fraternidad y del Seminario.
En la misma fecha los 3 cardenales de la comisión firman una carta en la que dicen que la declaración de Mons. Lefebvre del 21 de Noviembre de 1974 es “inaceptable en todos sus puntos”.
Monseñor Lefebvre impugna legalmente el 21 de Mayo la resolución que suprimía su Seminario basándose en que la única congregación romana facultada para examinar el texto de la declaración era la de la Doctrina de la Fe, que no estaba representada en ninguno de los tres cardenales, además de que una vez erigida canónicamente una congregación, ningún obispo la puede suprimir sin haber seguido antes un procedimiento en Roma, pero su recurso es bloqueado ilegalmente por el Cardenal Villot, Secretario de Estado, quien lo desecha sin examinarlo el 10 de Junio.
Paulo VI le escribe una carta a Lefebvre “haciendo suya” la decisión de la comisión cardenalicia.
El Cardenal Villot, por su parte, envía una carta a las conferencias episcopales de todo el mundo, según la cual los Ordinarios eran invitados a no conceder la incardinación en sus diócesis a los seminaristas de la Fraternidad de San Pío X que fueran ordenados.
Para abril de 1975, la Fraternidad tenía 104 seminaristas en Ecóne y 8 en Armada.
El 29 de Junio de 1975 ordena sacerdotes a tres seminaristas, entre ellos al francés Bernard Tissier de Mallerais, de 30 años de edad, al francés Philippe Francois Blain y al norteamericano Donald J. Sanborn, de 25 años.
El 10 de Junio Paulo VI escribe una carta de su puño y letra a Mons. Lefebvre en la que le pedía que, en un acto público, declarase su sumisión “al Concilio, a las reformas posconciliares y a las orientaciones que imparte el mismo Papa”. Mons. Lefebvre no contestó. Paulo VI le vuelve a escribir, y Mons. Lefebvre le responde el 10 de Noviembre: “Otorgo mi sumisión al sucesor de Pedro en lo que respecta a su función esencial que es la de transmitir fielmente el depósito de la Fe”.
En su “Carta número nueve a mis amigos y benefactores”, escrita en septiembre de 1975, Mons. Lefebvre resumía nuevamente su posición: “El problema de Ecóne es el de miles y miles de conciencias católicas desgarradas, divididas, trastornadas desde hace seis años por un martirizante dilema: obedecer, a riesgo de perder la fe, o desobedecer y conservar la fe intacta. Obedecer y colaborar en la destrucción de la Iglesia; desobedecer y trabajar en su preservación y continuidad. Aceptar la Iglesia reformada y liberal o conservar la militancia en la Iglesia católica. El liberalismo sirve sólo para liberar a la inteligencia de la fe y de la ley, lo que significa que tales principios y sus consecuencias: libertad de pensamiento, de enseñanza, de conciencia, de escoger religión; falsas libertades que suponen un Estado laico, y la separación de la Iglesia y Estado, han sido condenados sin cesar por los ocupantes del trono de Pedro, desde el Concilio de Trento hasta Paulo VI. Y por el propio Concilio de Trento, en principio. Así llegamos al tema que nos preocupa: ¿cómo explicar, en nombre del Concilio Vaticano II, que es posible oponerse a las tradiciones seculares y apostólicas hasta cuestionar el carácter mismo del sacerdocio católico y del santo sacrificio de la misa.”
Informa también que en Ecóne ingresaron 25 seminaristas, 5 en Weissbad, Alemania, y 6 más en Armada, Michigan.
Para noviembre de 1975 el Seminario afronta su supervivencia: 4 profesores se habían retirado (Masson, Michel, Dominique de las Presle y Georges Salleron, así como el P. Ceslas Spicq y el P. Urban Snyder).
Continuará...
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